Natuka Honrubia

Natuka en el Jardín de las Delicias
Pablo Ruíz

A Natuka Honrubia, artista “100% valenciana”, sigue siendo presentada, como una joven escultora y dibujante local. Casi quince años separan su primera exposición individual en Valencia, de la última. Los mismos quince años que lleva establecida en Londres. Quizá por esto, cuando nos visita, la sentimos extraña, olvidamos su pasado y la volvemos a presentar, como una joven artista valenciana. Su producción es algo más que una promesa de futuro. Desde sus inicios, queda plenamente unificada por un marcado carácter objetual en lo formal, por una evocación de lo onírico o surreal en su temática y por un planteamiento reivindicativo, en su trasfondo feminista.  

En sus obras el objeto es recontextualizado a través del cuerpo, apropiándose de la humanidad o monstruosidad de éste. Y el cuerpo, como reflejo de un espejo roto en mil pedazos, con rabia, se replica a sí mismo caleidoscópicamente, convirtiéndose en objeto. A través de los moldes sacados de su propio cuerpo, Natuka convierte a una mujer despersonalizada en objeto de deseo y la obliga a mutar en objeto de repulsión, participando del feísmo que el arte feminista usa para evidenciar la banalización del rol femenino y la instrumentalización que de lo erótico y lo carnal hace una sociedad obsesionada por el ideal de belleza.

“No exactamente. Nunca, como artista, me he planteado mi obra como reivindicativa de ningún rol femenino. Soy mujer y artista. Muchas veces pienso en ello. Quizás el no sentir mi obra como reivindicativa es puro egoismo.” 

Sin embargo, hay un antes y un después. Si sus primeras esculturas (con una siniestra gama cromática) pudieron compararse con los instrumentos de la perturbadora “Inseparables” de Cronenberg, sus obras más recientes, con una explosiva gama de colores, más propia de edulcorados dibujos animados que de amargas alucinaciones, parecen salidos directamente de una película de la factoría Disney. Concretamente, sus falsas tartas y dulces podrían estar cocinados por el hada Fauna de “La Bella Durmiente” o podrían mantener el equilibrio sobre la cabeza del Sombrerero Loco de “Alicia en el País de las Maravillas” ...Todo responde a una necesidad de volver bello aquello que en sus primeras obras pudo parecer feo o desagradable. Cubrir toda la pieza de un blanco inmaculado, también. 

“El placer y el dolor son muy relativos. La obra se va haciendo bonita, pero si te acercas y la miras, descubres que puede no serlo. A lo mejor sí que lo es. Cada uno miramos con nuestra vida. Hay risa, dolor e ironía.”

Sin embargo, aunque obras como “Little Rabbit Loves To Play” o “I'd Really Like To Live Inside Of You, Baby” pueden hacer pensar todo lo contrario, ni la infancia ni los cuentos son motivo de inspiración.

“Nunca he sido consciente de contar historias sobre mi infancia. Mi obra ha sido siempre sobre el 'ahora', aunque ese 'ahora' venga de un 'antes'. Aún así, respeto que quienes viendo piensen en la infancia...Sólo una vez los cuentos infantiles han sido motivo de inspiración... Pensar en cuentos infantiles en general, no en uno en particular, fue la llave para entrar en la Ermita de San Miguel, en Sagunto, sin sentirme cohibida.”

Natuka convierte su cuerpo en fruta prohibida y en un acto de generosidad, nos ofrece sus pechos y sus pezones, sus manos y sus dedos, su boca y sus labios para que los mordamos y los acariciemos. 

“Pasan los años y siento que quiero que mi obra sea un regalo. Ahora, mucho más que en mis primeros años de artista, puedo distanciarme de las obras (por muy mías que sean sus historias mientras las creo) y entregárselas a quienes las miran. Yo no quiero ser quien desempaqueta ese regalo.” 

Y lo hace de forma desinhibida, para liberar las tentaciones reprimidas en su mente, pues por muy blancos e inmaculados que sean los dulces o por mucho que "no dejen huellas", no son "placeres" tan "inocentes". Los postres de Natuka siguen siendo susceptibles de ser interpretados desde una perspectiva freudiana. Así como la narración de un relato infantil inexistente (como referente de sus obras) podría ser analizado desde la perspectiva psicoanalítica de Bruno Bettelheim. A través de sus obras Natuka dice cosas que no se atrevería a decir de otro modo. 

“Muchas veces no tengo un por qué a todos los elementos que aparecen en mi trabajo, no busco una interpretación literal. Es cierto que hago guiños y que quienes me conocen personalmente, interpretan mi obra de manera muy diferente a quienes no me conocen...Mi obra me sirve para contar y al tiempo me protege. Sé que mi obra fue y es muy pudorosa. Por mucho que parezca que ‘enseña’, no me olvido del qué dirán. Algunos días me gustaría tener el valor de contar cosas, aunque sólo fuera para mí, sin miedo a que hubiera alguien incapaz de mirar mi obra por ser ‘horrorosa’...Contar, cuento a todos, pero no todos pueden ni quieren leer el mismo cuento.”

Querer saber más de lo que Natuka cuenta en sus obras puede parecer una intromisión. A cambio, podemos escribir el cuento que nunca inspiró su obra pero que puede permitir hacer una lectura de su evolución. Este cuento se parece mucho a otro que también nació a orillas del río Támesis. Originalmente titulado "Las aventuras de Alicia bajo Tierra", la obra de Lewis Carroll, nos permitirá asistir al particular descenso de Natuka a los Infiernos: Las Aventuras de Natuka empiezan como las de Alicia, contemplando un mundo incomprensible, escapando de él, corriendo detrás de un extraño conejo blanco y adentrándose por una madriguera hasta precipitarse, de forma vertiginosa, por un oscuro pozo...La madriguera es en realidad un escatológico orificio infestado de dedos que le acarician en una peligrosa caída, siempre rodeada de objetos hirientes...Al final de esta especie de intestino, le espera un lúgubre vestíbulo de atmósfera hospitalaria, poblado de dolorosos ecos de muerte, soledad y sufrimiento, habitado por un coro de puertas cerradas. Sólo la más pequeña, la del tamaño de una ratonera, le ofrecerá una escapatoria...Para poder abrirla tendrá que propiciar su propia metamorfosis, deformando su cuerpo en todas direcciones, estilizándose en corporalidades de extrema delgadez o haciéndose tan pequeña como una niña. Mutando, incluso, en una muñeca dispuesta a transformarse nuevamente en una gigante, para servirle de disfraz o de coraza. 

Tal vez ocurrió así. Natuka consiguió abrir la diminuta puerta y pudo ver ante sí el jardín más maravilloso que pueda imaginarse: el Jardín de las Delicias. El falso paraíso de las frutas prohibidas y de los postres lujuriosos. Tal vez, y sólo tal vez, todo ha sido una coincidencia y ahora empieza un cuento completamente distinto, ese que aún no está escrito y que solamente Natuka puede escribir. Tal vez ese cuento, “Natuka en El Jardín de las Delicias” se acaba en este preciso momento y esta artista empieza una nueva aventura hoy mismo.