Transformaciones orgánico-lúdicas de Natuka Honrubia
Mª Teresa Beguiristaín
Natuka Honrubia es una joven escultora y dibujante valenciana que actualmente reside en Inglaterra donde se ha establecido como escultora y profesora.
Trabajadora incansable, es joven pero su primera exposición data de 1991, de modo que a sus espaldas tiene ya una larga trayectoria que ha ido variando desde unas piezas con gran carga psicológica, onírica, con influencia surrealista y tendentes a lo siniestro, hacia las piezas que aquí se presentan que, sin dejar de ser coherentes con sus obras precedentes, han virado hacia unas formas orgánico-lúdicas que producen en el espectador la misma, si no mayor, inquietud que sus primeras obras.
Todas sus piezas, tanto escultóricas como sus dibujos a carboncillo, poseen ese carácter de pesadilla que contrasta enormemente con su personalidad, de una dulzura casi infantil. Es como un tornado envuelto en nimbos, pura contradicción también en lo formal y lo visual.
Poco conocida en el ámbito valenciano, donde apenas ha mostrado su obra, posee una fuerza y una calidad de factura poco común que unida a ese carácter mencionado no dudo que dejará al espectador en ese estado de alegre sorpresa que muchos teóricos denominan actitud estética y que, siempre, produce en el espectador el deseo de conocer más a la autora de esas obras.
El tema principal de toda su trayectoria es el cuerpo y sus transformaciones oníricas, sus pesadillas. Una reflexión sobre la importancia del cuerpo en una sociedad obsesionada por el ideal y la belleza que, sin embargo, está plagada de deformaciones y “fealdades” que inquietan al espectador que, fácilmente, las asume como sus propias pesadillas. Pero de sus inicios, sin predominio de colores, básicamente blanco y negro, a pasado a crear piezas llenas de color construidas con materiales de apariencia infantil, en donde predomina el color rosa chicle, el morado feminista y el blanco puro de los pasteles de boda. Sus piezas actuales están mezcladas de pequeños juguetes encontrados, mezclados con las reproducciones de esas partes de su cuerpo que parecen obsesionarla: dedos, pechos y lenguas; una mezcla entre femenina e infantil de importantes extremidades sensoriales. El niño aprende chupando y tocando antes de desarrollar su capacidad racional y los pechos, fetiches sociales que hacen a la mujer occidental objeto de deseo masculino y, por tanto, la hacen consciente, en cuanto surgen, de su calidad y cualidad de mujer a la mirada del hombre. Y no estoy hablando del pasado sino de este tiempo presente que hace a las adolescentes pedir como premio por las buenas notas escolares una operación de estética que trasforme su busto a la moda imperante. Grandes o pequeños, redondos o puntiagudos, reunidos o separados según dictamine la moda.
En las obras aquí presentes están todos los tópicos de la feminidad tradicional. El carácter infantil de la mujer -enfatizado no sólo por el uso de los juguetes sino también por el carácter lúdico de las piezas coloristas-; su reclusión en la jaula de oro de su casa, reducido sobre todo a la cocina donde se cuecen los pasteles, donde los dedos se vuelven instrumentos culinarios, los dedos que se usan para amasar y esos pechos que parecen magdalenas o brioche, pechos que se ofrecen como regalos de oro en una bella caja de terciopelo azul con lazo morado; su anhelo (necesario según los cánones masculinos) de matrimonio simbolizado por ese pastel nupcial sobre una ligera mesa de té y todo, todo aderezado con lazos, esa especie de nudos que sólo sabemos hacer las mujeres para atar nuestro delantal.
Las imágenes que produce son una mezcla de animalitos Disney, muñecas Barbie, potentes guerreros con armas medievales de creación más actual y “paraeta” de ”chuches”, todo el imaginario de la actual infantilizada sociedad. Eso es lo que me hace pensar que sus pesadillas, su carácter onírico y su calidad de protesta feminista están intactos desde sus inicios. Es, también, lo que me hace pensar al espectador sonriendo frente a los objetos pues la carga irónica que encarnan es fácilmente perceptible y no escapara a la percepción del espectador, por muy lejos que se sienta del arte contemporáneo. Y la ironía es un arma de doble filo pues, tras la inocente apariencia de los objetos reside una cruda crítica a una sociedad que apenas se para a pensar en sí misma. Ese trabajo se lo dejamos a los filósofos y a los artistas. Pero, al mismo tiempo, al espectador que se ha enfrentado una vez a ellas le quedará ese poso mental extraño que te hace volver mentalmente a la imagen percibida porque, en el fondo, siente que no ha acabado de percibirla en su totalidad. Y es cierto, porque el buen arte nunca se agota a la percepción.
- BEGUIRISTAÍN, Mª. Teresa: “Transformaciones orgánico-lúdicas de Natuka Honrubia”, in Natuka Honrubia. Escultura, Servei de Publicacions Universitat de València-Centre de Documentació d’Art Valencià Contemporari, Valencia, 2010. (P.P: 18 / págs. 03-05). I.S.B.N.: 978-84-370-7672-0 / D.L.: V-25-2010.