Natuka Honrubia

¡Abuelito, abuelito!
Carmen Gandía Blanque

- ¡Abuelito, abuelito!, ¡que cabeza tan mala tienes!

- Es para recordarte mejor.

El lobo se había acostado en la cama y ocupaba ahora el lugar del abuelo; se lo había robado todo: los años, las fuerzas, la memoria...y hasta las ganas de saber el nombre de la niña. 

- ¿Salimos de aquí?

(El silencio respondió afirmativamente)

- Salgamos entonces.

Ella le había estado llevando juguetes porque el camino sería muy pesado para él.

Después de observarla como a una extraña, dijo el lobo:

- ¿Qué?

- Nada, abuelo, nada.

Y el abuelo volvió de nuevo. Se fijó en los juguetes y sólo quiso uno: dos alitas de plomo que enseguida se puso.

Dio un salto como pudo y las alitas tiraron de él hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba...Hasta que estuvo tan lejos que ella sólo pudo verle la sonrisa.